Anzit Guerrero, un templario que dirigirá Inteligencia Criminal a pesar de un historial repleto de despidos. Un funcionario “100% reciclable”
¿Quién es Ramiro Anzit Guerrero?
Un abogado con doctorado en Derecho Penal y formación en estrategia militar, políglota, con paso por instituciones académicas y cargos de gestión tanto en gobiernos kirchneristas como macristas. Pero su carrera parece marcada por un hilo conductor: entra, genera ruido, y termina afuera.
Más que un funcionario, Anzit Guerrero es un sobreviviente profesional del Estado, que siempre cae parado, aun cuando lo echen de todas partes. No importa si fue echado del Liceo Naval, del Ministerio de Defensa o acusado de cobrar coimas en universidades. Siempre reaparece. Y lo hace con padrinos que importan: Nilda Garré, Vicente Ventura Barreiro, Gerardo Milman.
El personaje
Según el periodista Mauro Federico (Data clave) en el perfil de la red social LinkedIn del nombrado detalla parte de su carrera: en 2006 fue parte de la Comisión de Defensa de la Honorable Cámara de Diputados. Del 2008 al 2012, docente de la Universidad del Museo Social Argentino; de 2016 a 2017 estuvo en el Ministerio de Seguridad; de 2004 a 2019 fue docente en la Universidad de El Salvador; durante 2019 estuvo en el Mercosur, y finalmente en interpol.
Paralelamente se presenta como Gran Prior de la Soberana Orden Militar del Templo de Jerusalén, una Orden Confraternal Cristiana Ecuménica registrada en Suiza conformada por una suerte de Caballeros Templarios en lucha por la preservación de los valores de los cófrades. Bajo ese manto, tiene vínculo con la masonería vernácula y es amigo personal de Pablo Lázaro, el Gran Maestre de los Masones telúricos. Algunas fuentes consultadas que integran esos grupos comentaron off the récord que Anzit Guerrero aprovecha su título de Gran Prior para vender títulos nobiliarios de escasísima legitimidad.
Sin embargo, toda trama tiene su revés y así como tuvo numerosos puestos, también cosechó idénticos despidos. Anzit Guerrero tiene 50 años, es soltero y sin hijos y sería integrante de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, más conocida como Iglesia Mormona.
Es abogado pero originalmente pretendió hacer carrera en la Marina. Fue estudiante del Liceo Naval durante seis meses, hasta que lo echaron de la institución sin que públicamente se conociera el motivo. Se volcó entonces al derecho y entró al cuerpo judicial como agente, donde tuvo algunos contratiempos pues habría presentado una queja ante el Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires, en 2002, pretendiendo impugnar el nombramiento de una compañera a un puesto superior que él consideraba que le correspondía; la acusó de no tener el secundario completo -que era falso- y que él tenía mejores calificaciones -que tampoco era real- . Se inició una causa y se le volvió en contra, porque quedó demostrado que él tuvo una calificación «regular» por sobre la sobresaliente de la mujer.
Anzit Guerrero, un templario que dirigirá Inteligencia Criminal a pesar de un historial repleto de despidos
Tuvo luego buenos vínculos con el gobierno kirchnerista y entró al Ministerio de Defensa de la mano de Nilda Garré. Duró poco tiempo allí al punto que no lo menciona en su CV, pues aparentemente no habría pasado el examen psicotécnico.
Con la llegada del gobierno de Cambiemos dio un rápido viraje y -apadrinado políticamente por Vicente Ventura Barreiro, hombre de Cristian Ritondo,- pasó a ser funcionario de María Eugenia Vidal como director provincial de Planificación Estratégica. Con Ventura Barreiro se conocen desde que ambos fueron docentes en la Universidad de El Salvador y en la del Museo Social Argentino. La carrera docente de Anzit Guerrero en esta última casa de estudios concluyó abruptamente por aparentes denuncias en las que lo habrían mencionado en un pedido de coimas a alumnos brasileros de un posgrado.
Vale aclarar que Ventura Barreiro fue el número dos de Patricia Bullrich en el Ministerio de Seguridad en este gobierno y fue despedido del cargo en junio pasado, acusado de haber querido influir en la compra de comida para las cárceles federales.
Anzit Guerrero, de todos modos y a pesar de quedar cesante casi de manera invariable, no perdía ni fe ni contactos. Gracias a que en 2015 pasó a ser militante de Cambiemos, logró un puesto como funcionario de planta permanente de la Policía Metropolitana e impartió clases a los policías junto a Gabriela Celaya, la directora de terrorismo de la AFI en la administración de Gustavo Arribas y Silvia Majdalani y procesada por haber mandado a espiar a CFK en el Instituto Patria.
De ese puesto no lo echaron; renunció. Y lo hizo para ser director de la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal, el mismo puesto que cubre ahora, en ese momento de la mano de su nuevo mentor y mano derecha, Gerardo Milman. El 9 de diciembre de 2019, el último día del gobierno de Macri, lo pasaron a planta permanente.
Con el triunfo de Alberto Fernández, Anzit Guerrero se hizo albertista de la primera hora para lograr sobrevivir en el ministerio, de dónde finalmente también fue despedido.
Como siempre se vuelve a un primer, segundo o tercer amor, retornó al amparo de Gerardo Milman, quien lo nombró asesor para fungir en una Comisión de Seguridad. No duró mucho, antes de que estallara el escándalo por la superpoblación de asesores contratados por el diputado, Anzit Guerrero ya no estaba: según dicen fuentes cercanas a la Cámara fue despedido entre gallos y medianoche por presentar documentos fraguados frente a la Comisión.
Luego dio algunos cursos en Corrientes acerca de trata de personas junto a Olama Pérez Lugo, presidenta de una logia masónica de esa provincia quien habría sido denunciada por emitir facturas truchas, allanada y demorada por la policía.
Escribió algunos libros analizando el fenómeno de las «maras», los «mercenarios» y la subcultura del delito, para los que dicen contrató a un ghost writter. Si bien su último trabajo fue para Interpol y en su perfil dice que en la repartición de Lyon, en Francia, la realidad es que nunca se movió de Buenos Aires, más precisamente en la sede de la calle Cavia de la PFA, desde donde hizo algunos viajes en representación a Paraguay.
¿Qué se esconde detrás de este nombramiento?
1. El reciclaje político como patrón
El caso Anzit Guerrero muestra cómo la política de seguridad en Argentina no escapa a la lógica de los “funcionarios reciclables”: tipos que, pese a su prontuario laboral, siempre tienen una silla en el juego. Este fenómeno debilita la institucionalidad. ¿Cómo exigir profesionalismo en la inteligencia criminal si su jefe es un personaje con más salidas que entradas?
2. La interna del Ministerio de Seguridad
El desplazamiento de Ricardo Ferrer tras la represión a jubilados abrió una grieta. En vez de revisar la doctrina de actuación, se lo reemplaza por un hombre del riñón más duro del PRO, con vínculos personales con la cúpula de Bullrich y del macrismo residual.
El mensaje es claro: más control, más espionaje, menos discusión. Si la respuesta a la represión es nombrar a un “templario”, algo de medievo hay en la mirada sobre el orden público.
Los hilos invisibles: masones, logias y alianzas
No es menor el dato de su militancia en la Orden Templaria y su cercanía con la masonería. En la estructura informal del poder, estos vínculos funcionan como redes paralelas de influencia. Si encima aparece vendiendo títulos nobiliarios, entramos en el terreno de la farsa. Pero una farsa que opera políticamente, no como chiste.
En estos espacios se fraguan pactos de poder que no figuran en el Boletín Oficial, pero que terminan definiendo nombramientos clave en áreas sensibles como inteligencia y defensa.
FA24