
Por el Lic. Luis Miranda (*)
Los trabajadores de uniforme son ciudadanos: la verdadera amenaza es la politización de las instituciones, no la conciencia de quienes las integran
Acompaño con convicción el reciente artículo del compañero y colega Alberto Martínez, quien ha sabido expresar —con precisión y compromiso— una verdad largamente silenciada en nuestras democracias: en nombre de la neutralidad institucional se vienen negando derechos básicos a miles de trabajadores uniformados en todo el país.
Esta falsa neutralidad, que se agita cada vez que un policía opina, vota o se organiza, no busca preservar la república: busca disciplinar, silenciar y someter. Es una “neutralidad” que no se exige a los gobiernos ni a los ministros, sino a los que están en la calle, en el riesgo, en el sacrificio cotidiano.
Como Secretario General de la FASIPP y de la CTPPL, quiero ampliar esta reflexión situándola en un contexto regional. Porque este no es un problema exclusivo de la Argentina: es un dilema latinoamericano, y su tratamiento comparativo nos permite aprender de los excesos y las omisiones.
Comparativa Argentina-Brasil: dos errores opuestos que dañan la democracia
En Argentina, muchos gobiernos han aplicado una doctrina tácita de sospecha permanente sobre sus propias fuerzas de seguridad. Se los obliga a actuar, pero se los impide pensar. Se los obliga a obedecer, pero se les niega el derecho a disentir. La participación política personal, incluso fuera del horario laboral, es castigada con cesantías, sumarios o traslados, y el derecho a la organización sindical, garantizado por el artículo 14 bis de nuestra Constitución Nacional, es ignorado o reprimido sistemáticamente.
En el otro extremo, en Brasil, durante el gobierno de Jair Bolsonaro, se produjo una marcada politización institucional de las fuerzas armadas y policiales. Decenas de uniformados en actividad o retiro ocuparon cargos públicos o participaron activamente de campañas partidarias, generando un fenómeno peligroso: el alineamiento vertical de las instituciones de seguridad con un solo proyecto político.
Ambos modelos —la anulación de derechos y la militarización partidaria— son profundamente nocivos para la salud democrática. Ambos transforman a las fuerzas en instrumentos al servicio del poder de turno, en lugar de garantizar su rol profesional, técnico e independiente al servicio de toda la sociedad.
Lo que debe preocuparnos: la politización viene de arriba, no de abajo
El foco del problema no está en que un trabajador policial piense, opine o vote. El verdadero riesgo es que intendentes, gobernadores, presidentes o ministros utilicen a las fuerzas como herramientas políticas. Que las colonizen con lealtades personales, que premien o castiguen en función de afinidades ideológicas, o que las instrumentalicen para consolidar poder.
La neutralidad debe ser de la institución, no del ser humano. El trabajador uniformado no pierde su ciudadanía al ingresar a la fuerza. No se le puede pedir obediencia ciega, ni silencio forzado, ni sumisión política.
Una propuesta superadora para toda Latinoamérica
Como representante gremial de trabajadores policiales y penitenciarios en la Argentina y la región, planteo la necesidad urgente de avanzar en un nuevo paradigma, que reconozca:
1.Neutralidad institucional activa, que impida el uso político de las fuerzas por parte de los gobiernos.
2.Derechos ciudadanos plenos para el personal uniformado, garantizando la libertad de expresión, el voto, la afiliación política y sindical, fuera del servicio.
3.Protección contra represalias por razones ideológicas o gremiales.
4.Reconocimiento legal y efectivo de las organizaciones sindicales policiales.
5.Formación en derechos humanos, ética pública y conciencia ciudadana en todos los centros de formación.
Conclusión
La democracia no puede sostenerse si niega derechos a quienes la custodian. No puede hablar de libertades si silencia a sus propios servidores. No hay democracia sin ciudadanía plena.
Los trabajadores policiales y penitenciarios no son enemigos del orden ni agentes del desorden por pensar o participar políticamente. Son ciudadanos con derechos. Son parte de este pueblo. Y merecen respeto, representación y garantías.
Desde la FASIPP y la CTPPL, seguiremos luchando por un modelo de seguridad pública que combine instituciones fuertes y neutrales, con trabajadores conscientes, libres y protegidos.
Ni la obediencia ciega ni la partidización vertical sirven a la democracia. Lo que la fortalece es la dignidad con derechos, la conciencia con responsabilidad, y la libertad con justicia.
(*) Secretario General de la Federación Argentina de Sindicatos Policiales y Penitenciarios (FASIPP)
Secretario General de la Confederación de Trabajadores Policiales y Penitenciarios de Latinoamérica (CTPPL)
