CABA: Otra vez, los policías quedan entrampados en la violencia del poder

Tremendo incidentes frente al Congreso con final incierto a esta medianoche. Hay cacerolazos en Olivos y una movilización espontánea a Plaza de Mayo. El Presidente está fuera de la ciudad. Indignación generalizada.

Por Alberto Martínez

Bullrich reprimió la marcha de jubilados y desató una batalla campal en el Congreso. Un fotógrafo herido de extrema gravedad que lucha por su vida y un policía herido con pronóstico reservado. Escenas de un final anunciado.

La imagen de ancianos cubriéndose del gas lacrimógeno y policías golpeando a jubilados en las inmediaciones del Congreso Nacional es una postal que duele y rememora los peores momentos de la Argentina. Pero lo que sucedió en la marcha de este miércoles no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia de represión que el gobierno de Javier Milei ha profundizado con Patricia Bullrich a la cabeza del Ministerio de Seguridad.

La manifestación, que reunió a jubilados y a hinchas de distintos clubes de fútbol en un gesto de solidaridad sin precedentes terminó como se pensaba lamentablemente con graves enfrentamientos en medio de camiones hidrantes, gases lacrimógenos, balas de goma y detenciones arbitrarias marcaron la jornada. Un cartucho de gas impactó en la cabeza del fotógrafo Pablo Grillo, quien ahora lucha por su vida con un pronóstico reservado. Pero entre las víctimas también hubo ancianos, hombres y mujeres que solo pedían una jubilación digna y que terminaron en el suelo, golpeados y esposados. También hay un policía de la Ciudad herido en el cuello.

 

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VIDEO: Fotógrafo herido por un cartucho de gas

VIDEO: Policia herido socorrido en un comercio 

VIDEO: Momento en que un policía federal golpea de un bastonazo en la cabeza a una jubilada

VIDEO: Padre del fotógrafo Grillo ante la prensa

Los policías como en 2001 vuelven a quedar atrapado en esta lógica de enfrentamiento:, otra vez las fuerzas de seguridad terminan siendo la herramienta de un poder político que las expone y luego las abandona. En aquella crisis, fueron las órdenes de represión del gobierno de De la Rúa las que convirtieron a los policías en los villanos perfectos, mientras los verdaderos responsables (entre los que curiosamente también estaba Patricia Bullrich) huían en helicóptero. Ahora, bajo la administración de Milei y Bullrich, la historia se repite. Los efectivos son enviados al choque, obligados a enfrentar a la ciudadanía en un contexto de creciente descontento social. Luego, cuando las imágenes de la represión inunden los medios y las redes, serán ellos los que cargarán con la culpa, los que enfrentarán denuncias judiciales y sumarios internos mientras los funcionarios de turno se lavan las manos. Párrafo aparte debemos para algunos que cumplen visiblemente con mucho “pasión” esas órdenes tan ilegales como ilegítimas.

Esta estrategia de violencia institucional responde a una lógica clara: generar miedo, dividir a la sociedad y mantener el control a costa de lo que sea. Pero el odio político inyectado en la vida cotidiana de los argentinos es un arma de doble filo. La represión no resuelve el hambre ni las jubilaciones miserables, solo profundiza la brecha entre los gobernantes y el pueblo. Mientras el gobierno insista en responder con palos y gases en lugar de soluciones concretas, la crisis seguirá escalando.

Los jubilados volverán el miércoles próximo, porque no tienen otra alternativa. Los hinchas seguirán saliendo a la calle, porque ya entendieron que la lucha no es solo en la cancha. Y los policías seguirán en la primera línea, atrapados entre la lealtad a un uniforme y la realidad de ser piezas de un ajedrez en el que siempre terminan sacrificados.

El gobierno de Milei apuesta a gobernar con miedo, pero la historia argentina ha demostrado una y otra vez que la represión solo tiene un desenlace: la resistencia. La pregunta es cuánto tiempo más van a seguir jugando con fuego antes de que las llamas se los lleven puestos.

Al cierre de esta nota (23:30 hs) todo parece que nos aproxima a un escenario mas complicado.

Es momento de que los Poderes del Estado intervengan para parar esta locura.

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